Joaquín, es grande, Joaquín es tan grande que se tarda más
de una semana en encontrar una talla de pijama que le quede bien, porque no es
gordo, es grande.
Tiene orejas de soplillo y
"sonrisa feliz", cuando se sonríe toda su cara cambia y se
convierte en un dibujito animado.
Conseguir que sonría feliz es fácil, si sabes cómo. Ha
Joaquín le hace feliz hablar de comida, o aún mejor, imaginarse comiendo algo. Si has ido a comer
algo que sabes que le va a gustar la mejor forma de celebrarlo es ir a verlo y
contarle paso por paso como fue tu experiencia gastronómica, aunque es posible
que si el tenía conocimiento de tu salida te haya llamado por teléfono para que
le cuentes in situ. Aún así le hará feliz comentar la jugada al día siguiente.
A Joaquín también le hacen feliz otras cosas, como por
ejemplo contar historias. Tiene muchas historias que contar. Ha vivido mucho y
no siempre ha vivido cosas buenas, pero tal y como te las cuenta entiendes
porque después de 68 años en este cohino
mundo sigue sonriendo como un dibujito animo. Las cosas son como son y punto
, vale, pero a veces hay personas que consiguen
que determinados situaciones o determinados seres humanos parezcan mejor delo
que realmente son, porque son capaces de mirar la vida con la lucidez
suficiente como para saber que nada importa demasiado y que todo pasa y que si
somos capaces de obviar lo negativo de algo o de alguien y después irnos a casa
a contarlo con humor a lo que nos quieren, se puede sonreir feliz con 68, con 38 o con 98 años. Eso que la
mayoría de la gente llama "la suerte de tomarse la vida de esa
manera", no es una suerte, es una virtud, una gran virtud y Joaquín la
tiene.
También le hace feliz contar chistes, gastar bromas, los animales
(sobre todo los perros) y por supuesto comer.
Hay veces que se desdibuja su sonrisa feliz y frunce mucho
el ceño, entonces sabes que que algo le pasa , puede que le hayas hecho
daño, pero probablemente no te lo
cuente, porque Joaquín a pesar de hablar mucho y bien, calla más de lo que
habla.
Lo conozco desde hace más de 36 años y no siempre nos hemos
llevado bien. Al principio lo veía muy poquito, el poco tiempo que lo veía era agradable,
aunque a veces me fastidiaba que con su simpatía y su don de gente me eclipsara.
Después empecé a verlo más y fue cuando peor nos hemos llevado, no entendía
porque tenía que llevarme bien con alguien a quién conocía tan poco. La cosa
empeoro; empezamos a trabajar juntos y nos llevábamos realmente mal, en
realidad era yo la que me llevaba mal con él y la que no se comportó en muchos
momentos como no debiera haberse comportado, pero un día, de pronto todo
cambio, y todas esas broncas se convirtieron en compresión y complicidad, un
día en el que Joaquín dejó de ser
alguien con quién tenía que lidiar y pasó a ser alguien en quién reconocía
muchas cosas que me gustaban de mi carácter, y otras que no me gustaban también,
y de quien todavía me quedaba mucho por aprender.
Joaquín tiene una hija. A su hija le encanta comer y hablar
de comida, le encantan los animales (sobre todo los perros) y también le gusta contar historias, como a
él.
Su hija habla mucho y calla mucho más de lo que habla. Es
fácil hacerla reír, si sabes cómo, pero cuando frunce el seño es posible que
nunca sepas que es lo que le pasa.
Tiene una hija que siempre busca su compresión y su
complicidad y que casi siempre la encuentra. Hay veces que ella no se porta
bien con él y hay veces que él no la entiende, pero son las menos.
Tiene una hija que quiere escribirle algo en su chapucero y
recién estrenado blog, pero que cree que nada de lo escriba será lo suficiente
, digamos honroso, para dedicárselo.
Tiene una hija que ,
por aquí, lo felicita con retraso.
Ayer cumpliste 68 tacazos, felicidades Papá.
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