domingo, 15 de junio de 2014

JOAQUÍN



Joaquín, es grande, Joaquín es tan grande que se tarda más de una semana en encontrar una talla de pijama que le quede bien, porque no es gordo, es grande.
Tiene orejas de soplillo y  "sonrisa feliz", cuando se sonríe toda su cara cambia y se convierte en un dibujito animado.
Conseguir que sonría feliz es fácil, si sabes cómo. Ha Joaquín le hace feliz hablar de comida, o aún mejor,  imaginarse comiendo algo. Si has ido a comer algo que sabes que le va a gustar la mejor forma de celebrarlo es ir a verlo y contarle paso por paso como fue tu experiencia gastronómica, aunque es posible que si el tenía conocimiento de tu salida te haya llamado por teléfono para que le cuentes in situ. Aún así le hará feliz comentar la jugada al día siguiente.
A Joaquín también le hacen feliz otras cosas, como por ejemplo contar historias. Tiene muchas historias que contar. Ha vivido mucho y no siempre ha vivido cosas buenas, pero tal y como te las cuenta entiendes porque después de 68 años en este cohino  mundo sigue sonriendo como un dibujito animo. Las cosas son como son y punto , vale, pero a veces hay personas  que consiguen que determinados situaciones o determinados seres humanos parezcan mejor delo que realmente son, porque son capaces de mirar la vida con la lucidez suficiente como para saber que nada importa demasiado y que todo pasa y que si somos capaces de obviar lo negativo de algo o de alguien y después irnos a casa a contarlo con humor a lo que nos quieren, se puede sonreir  feliz con 68, con 38 o con 98 años. Eso que la mayoría de la gente llama "la suerte de tomarse la vida de esa manera", no es una suerte, es una virtud, una gran virtud y Joaquín la tiene.
También le hace feliz contar chistes, gastar bromas, los animales (sobre todo los perros) y por supuesto comer.
Hay veces que se desdibuja su sonrisa feliz y frunce mucho el ceño, entonces sabes que   que algo le pasa , puede que le hayas hecho daño,  pero probablemente no te lo cuente, porque Joaquín a pesar de hablar mucho y bien, calla más de lo que habla.

Lo conozco desde hace más de 36 años y no siempre nos hemos llevado bien. Al principio lo veía muy poquito,  el poco tiempo que lo veía era agradable, aunque a veces me fastidiaba que con su simpatía y su don de gente me eclipsara. Después empecé a verlo más y fue cuando peor nos hemos llevado, no entendía porque tenía que llevarme bien con alguien a quién conocía tan poco. La cosa empeoro; empezamos a trabajar juntos y nos llevábamos realmente mal, en realidad era yo la que me llevaba mal con él y la que no se comportó en muchos momentos como no debiera haberse comportado, pero un día, de pronto todo cambio, y todas esas broncas se convirtieron en compresión y complicidad, un día  en el que Joaquín dejó de ser alguien con quién tenía que lidiar y pasó a ser alguien en quién reconocía muchas cosas que me gustaban de mi carácter, y otras que no me gustaban también, y de quien todavía me quedaba mucho por aprender.
Joaquín tiene una hija. A su hija le encanta comer y hablar de comida, le encantan los animales (sobre todo los perros)  y también le gusta contar historias, como a él.
Su hija habla mucho y calla mucho más de lo que habla. Es fácil hacerla reír, si sabes cómo, pero cuando frunce el seño es posible que nunca sepas que es lo que le pasa.
Tiene una hija que siempre busca su compresión y su complicidad y que casi siempre la encuentra. Hay veces que ella no se porta bien con él y hay veces que él no la entiende, pero son las menos.
Tiene una hija que quiere escribirle algo en su chapucero y recién estrenado blog, pero que cree que nada de lo escriba será lo suficiente , digamos honroso, para dedicárselo.
Tiene una hija  que , por aquí, lo felicita con retraso.

Ayer cumpliste 68 tacazos, felicidades Papá.

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